PRIMERA LECTURA
Del libro de Josué 5, 9a.10-12
En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián. Llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, la montaña de Dios. El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse. Moisés se dijo: “Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver por qué no se quema la zarza”. Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: “Moisés, Moisés”. Respondió él: “Aquí estoy”. Dijo Dios: “No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado”. Y añadió: “Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob”. Moisés se tapó la cara, porque temía ver a Dios.
El Señor le dijo: “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas contra los opresores; conozco sus sufrimientos. He bajado a librarlo de los egipcios, a sacarlo de esta tierra, para llevarlo a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel”. Moisés replicó a Dios: “Mira, yo iré a los hijos de Israel y les diré: ‘El Dios de sus padres me ha enviado a ustedes’. Si ellos me preguntan: ‘¿Cuál es su nombre?’, ¿qué les respondo?”. Dios dijo a Moisés: “Yo soy el que soy”; “esto dirás a los hijos de Israel: ‘Yo soy’ me envía a ustedes”. Dios añadió: “Esto dirás a los hijos de Israel: ‘El Señor, Dios de los padres de ustedes, el Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a ustedes. Este es mi nombre para siempre: Así me llamarán de generación en generación’”.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Salmo 33
R. Gusten y vean qué bueno es el Señor.
• Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
• Proclamen conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias. R/.
• Contémplenlo, y quedarán radiantes, su rostro no se avergonzará. El afligido invocó al Señor, Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.
SEGUNDA LECTURA
De la Segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5, 17-21
Hermanos: Si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo. Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. Porque Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirles cuenta de sus pecados, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación. Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo les pedimos que se reconcilien con Dios. Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en Él.
Palabra del Señor.
EVANGELIO
Del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-3.11-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: “Ese acoge a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte que me toca de la fortuna’. El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada. Recapacitando entonces, se dijo: ‘Cuantos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros’.
Se levantó y vino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Su hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus criados: ‘Saquen enseguida la mejor túnica y vístansela; pónganle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traigan el ternero cebado y sacrifíquenlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezaron a celebrar el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó que era aquello. Este le contestó: ‘Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud’. Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Entonces él respondió a su padre: ‘Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado’. El padre le dijo: ‘Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado’”.
Palabra del Señor.
LECTIO DIVINA
PARA MEDITAR
La Cuaresma nos desborda gracias a la conmoción entrañable del padre que tenía dos hijos, que es propia del Padre que nos revela Jesús. Qué bien nos hace saber que la predicación de Jesús contiene este mensaje tan impactante, ya que habla de la conmoción entrañable del Padre y de cómo esta rodea la vida del ser humano, incluso cuando se ve envuelto en un mundo de pecado, peligro de muerte y falta de toda solidaridad con el prójimo.
La proclamación de Jesús es tan conmovedora que se percibe cómo la paternidad entrañable de Dios se encuentra muy hondamente arraigada en su corazón. Esta misma paternidad sabe y comunica que está destinada a todo pecador que reconozca sus errores y su distanciamiento de la casa paterna. Se dirige a toda persona que anhela el pan de casa, pero sobre todo a quien ya no puede vivir sin esos abrazos, besos, vestidos y comida, que son signos de reconciliación.
Lo proclamado por Jesús es algo nuevo: Dios Padre y su conmoción entrañable se nos han manifestado. Estamos ante una experiencia de paternidad que no podríamos conocer ni por la experiencia religiosa natural ni por la enseñanza del Antiguo Testamento. Dios Padre ha salido a nuestro encuentro conmovido. Ahora solo nos queda esperar que, lo antes posible, el hijo mayor se encuentre lleno de asombro y de agradecimiento ante el Padre, ante su drama interno, y decida finalmente entrar al banquete.
PARA REFLEXIONAR
¿Qué nos impide acoger al hermano que regresa a casa arrepentido, buscando la cercanía del Padre? ¿Por qué no puede el Padre celebrar su banquete con todos sus hijos en torno a la mesa? ¿Cómo puedo atraer a los lejanos para celebrar juntos la fraternidad reconciliada?
ORACIÓN FINAL
Padre, con tu Espíritu Santo estaremos preparados para acoger a nuestro hermano que estaba muerto y ha vuelto a la vida, que estaba perdido y fue hallado. Así, daremos reposo a tu corazón entrañable de Padre, estando todos sentados alrededor de la mesa, en fraternidad y reconciliación. Amén.
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