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Santa Misa XXVIII Domingo Ordinario 2019



Santa Misa XXVIII Domingo Ordinario 2019

PARA MEDITAR

Jesús entra en una aldea, que no tiene nombre, porque es el lugar, es la vida de todos y aquí encuentra a diez leprosos, hombres enfermos, ya tocados por la muerte, excluidos y lejanos, marginados y despreciados. Inmediatamente acoge su oración, que es un clamor que brota del corazón y los invita a que entren en Jerusalén, a que no se queden lejos, sino a que alcancen el corazón de la Ciudad Santa, el templo, a los sacerdotes. Los invita a que vuelvan a la casa del Padre.

Jesús escucha la súplica de los diez leprosos y les indica lo que tienen que hacer para ser curados. Pero de los diez que se curan solo uno vuelve para darle gracias. Y quien vuelve es un samaritano, un extranjero que no es del territorio de Israel. Este alaba a Jesús, lo aclama por lo que le ha hecho, le da gracias de corazón.

No reconocer lo que Dios hace en nosotros, ni agradecérselo, expresa que no se valora lo recibido, o que se cree con derecho a ello. Cuando el bien que recibimos no es un derecho sino un don de Dios. No dejes de dar gracias a Dios por todo lo que vives, por todo lo que recibes cada día. Que la indiferencia y la rutina no te impidan valorar lo más pequeño, porque si no se sabe valorar lo pequeño, tampoco se sabrá valorar lo grande.

Como sucedió con Naamán y con el samaritano leproso, solo quien hace esta experiencia de comunión purificadora y reconciliadora puede ser reintegrado en la comunidad y enviado en misión. La misión de la Iglesia lleva y comunica la gracia salvífica de Dios porque aleja a los hombres y mujeres de la destrucción del pecado, de la separación de la muerte, y los re-crea. Acoger el Evangelio significa entrar en el misterio pascual de Cristo, aceptando su muerte regeneradora y contemplando su fidelidad en la resurrección

PARA REFLEXIONAR

  • ¿Cuáles son las actitudes que nos atan y no nos permiten acoger con gratuidad la salvación que me ofrece Cristo?

ORACIÓN

Dios de misericordia, que en tu Hijo nos has entregado la salvación y la vida, danos un corazón agradecido, para que podamos reconocer todo lo que haces por nosotros. Amén.


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