En un cuadro antropológico-teológico, original y sugestivo, el cual no se encuentra en el resto del Nuevo testamento, El Apocalipsis revela una atención y una pasión particular por el hombre. Tal cuadro viene expuesto en el presente libro en tres partes consecutivas: en la primera parte, vemos cómo el hombre es visto por el autor del Apocalipsis, quien escruta en las características de su personalidad tras el complejo viaje que lo lleva desde el impacto actual en la historia hasta el final escatológico. Es un impulso, animado por el Espírito, hacia Cristo y hacia Dios. En la segunda parte, presenta al hombre que, “animado por el Espíritu”, es capaz, en relación con Cristo y con Dios, de un nuevo conocimiento y de una reciprocidad creciente que logra alcanzar el nivel de la experiencia mística. También hay un impulso en el plano horizontal.
El hombre del Apocalipsis está entre el cielo y la tierra, pero en la tercera sección es visto en contacto directo con la historia. Involucrado en un compromiso moral articulado, deberá leer atentamente los signos de su tiempo para extraer las consecuencias prácticas que darán forma, luego, a su mediación sacerdotal, expresada en la oración, el testimonio y la profecía. El hombre del Apocalipsis vive en cada uno de nosotros. Comprometidos, con entusiasmo y con los ojos fijos en Cristo crucificado y resucitado, en el proceso creativo y redentor en marcha, daremos lo mejor de nosotros ahora, para llegar a la maravilla del encuentro con Dios.
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