En su homilía de la Misa de esta mañana el Santo Padre ofreció una reflexión sobre el don prometido por Jesús antes de despedirse de sus discípulos, es decir: la paz. La paz que no viene del mundo sino del Espíritu Santo, que es profunda, permanece durante las pruebas y nos da el valor para seguir adelante
Gabriella Ceraso – Ciudad del Vaticano
¿Cómo pueden reconciliarse las “tribulaciones” y las persecuciones que sufre San Pablo, narradas en los Hechos de los Apóstoles – que la liturgia propone hoy – con la paz que Jesús deja a sus discípulos en las palabras de despedida de la Última Cena: “Les dejo la paz, les doy mi paz”, de las que habla esta mañana el Evangelio de Juan?
“Bienaventurados cuando los insultarán y perseguirán...”Inspirándose en esta pregunta Francisco pronunció su homilía durante la Misa de esta mañana celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. “La vida de persecuciones y tribulaciones parece ser una vida sin paz” y, en cambio, es la última de las Bienaventuranzas, recordó el Pontífice: “Bienaventurados ustedes cuando los insultarán, los perseguirán y, mintiendo, dirán todo tipo de mal contra ustedes por mi causa”:
La paz de Jesús va con esta vida de persecución, de tribulación. Una paz que está muy por debajo, muy por debajo, muy profunda en todas estas cosas. Una paz que nadie puede quitar, una paz que es un don, como el mar que está tranquilo en las profundidades y en la superficie hay olas. Vivir en paz con Jesús es tener esta experiencia interior, que permanece durante todas las pruebas, todas las dificultades, todas las “tribulaciones”.El cristiano lleva la vida sobre sus hombros sin perder la paz
Sólo así – añadió el Papa – se puede entender cómo tantos Santos que “no han perdido la paz” han vivido su última hora, hasta el punto de que sus testigos dicen que “iban al martirio como invitados de boda”. Este es el don de la “paz de Jesús”, esa que – subrayó el Santo Padre – no podemos obtener por medios humanos “yendo, por ejemplo, al médico o tomando ansiolíticos”. Es algo diferente que viene “del Espíritu Santo dentro de nosotros” y que trae consigo la “fortaleza”. Como la de un hombre acostumbrado a trabajar tanto – recordó el Papa – visitado hace unos días y que, de repente, debido a la aparición de su enfermedad, tuvo que abandonar todos sus planes, logrando, sin embargo, permanecer siempre en paz. “Este es un cristiano – comentó Francisco – y explicó:
La paz nos enseña, esta de Jesús, nos enseña a avanzar en la vida. Nos enseña a soportar. Soportar: una palabra que no entendemos bien lo que significa, una palabra muy cristiana, es llevar sobre nuestros hombros. Soportar: llevar sobre los hombros la vida, las dificultades, el trabajo, todo, sin perder la paz. Es más, llevar sobre los hombros y tener el valor de seguir adelante. Esto sólo se lo entiende cuando el Espíritu Santo está dentro de nosotros y nos da la paz de Jesús.
Si en cambio – señaló el Santo Padre – al vivir nos dejamos atrapar por un “nerviosismo ferviente” y perdemos la paz, “hay algo que no funciona”.
La paz no te hace perder el sentido del humorPor lo tanto, teniendo en el corazón el “don prometido por Jesús”, y no el que viene del mundo o del dinero que tenemos en el banco – añadió el Papa – podemos afrontar las dificultades, incluso las “más feas”, seguimos adelante y lo hacemos con una capacidad extra, esa de hacer “sonreír” al corazón:
La persona que vive esta paz jamás pierde el sentido del humor. Sabe reírse de sí misma, de los demás, es más también de su propia sombra, se ríe de todo... Este sentido del humor que está tan cerca de la gracia de Dios. La paz de Jesús en la vida diaria, la paz de Jesús en las tribulaciones y con ese pequeño sentido del humor que nos hace respirar bien. Que el Señor nos dé esta paz que viene del Espíritu Santo, esta paz que le es propia y que nos ayuda a soportar, a continuar, las tantas dificultades en la vida.
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