Gracias sacerdotes por ungir y anunciar a todos, con ardor, “a tiempo y a destiempo” el Evangelio de Jesucristo (cf. 2 Tm 4,2), sondeando el corazón de la propia comunidad “para buscar dónde está vivo y ardiente el deseo de Dios y también dónde ese diálogo, que era amoroso, fue sofocado o no pudo dar fruto»; porque “eterna es su misericordia”.
Papa Francisco
Jesús sacerdote eterno, guarda a estos servidos tuyos en el recito de tu corazón, donde nadie puede hacerle algún daño y guíalos en el camino hacia la vivencia constante de la santidad, en la misericordia y entrega de su vocación sacerdotal.
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