Al recibir en audiencia a los representantes de las pequeñas y medianas empresas italianas, Francisco les animó a ponerse al servicio del bien común: «En tiempos de guerra y violencia, corremos el riesgo de perder la fe en las capacidades del ser humano. Contemplar sus actividades nos consuela y nos da esperanza. Embellecer el mundo es construir la paz».
Lorena Leonardi - Ciudad del Vaticano
Vivimos «tiempos de guerra y violencia» que minan la confianza en las capacidades del ser humano, pero «la mirada a sus actividades nos consuela y nos da esperanza» porque «su trabajo embellece el mundo» y esto significa «construir la paz».
Así se dirigió el Papa Francisco a los cerca de 300 representantes de la Confederación Nacional del Artesanado y de la Pequeña y Mediana Empresa, recibiéndolos en audiencia esta mañana, 15 de noviembre, en la Sala Clementina.
La Encíclica «Fratelli tutti» definió a los artífices de la paz como artesanos capaces de iniciar procesos de recuperación y encuentro con ingenio y audacia. El mismo ingenio y audacia que utilizan para realizar las numerosas obras destinadas a enriquecer el mundo.
En sus manos, un talento al servicio de la vida
Todos los hombres y mujeres, prosiguió Francisco, están llamados por Dios «a trabajar de manera artesanal, como Él», para construir la paz, aunque algunos prefieran comprometerse en alimentar la guerra.
Un economista me dijo que las inversiones que dan más ingresos hoy, en Italia, son las fábricas de armas. Esto no embellece el mundo, es feo.
Es para contribuir a su «proyecto de paz» que «Él distribuye sus talentos en abundancia», añadió el Papa, refiriéndose a la parábola, «para que sean puestos al servicio de la vida y no sepultados en la esterilidad de la muerte y de la destrucción, como hacen las guerras, fomentadas por el enemigo de Dios».
Colaboradores en la obra creadora de Dios
La artesanía me es muy querida, subrayó a continuación, «porque expresa bien el valor del trabajo humano».
Cuando creamos con las manos, al mismo tiempo activamos la cabeza y los pies: hacer es siempre fruto de un pensamiento y de un movimiento hacia los demás.
La creatividad, que hace que el artesano vea «en la materia inerte una forma particular que los demás no pueden reconocer», convierte a quienes trabajan con sus manos en «colaboradores de la obra creadora de Dios». Un talento, éste, que según el Pontífice es necesario «para devolver el sentido a la actividad humana y ponerla al servicio de proyectos que promuevan el bien común».
Multiplicar los talentos, con confianza y creatividad
El relato evangélico de los talentos, que exalta «el compromiso de hacer fructificar los dones recibidos», es para el Papa Francisco «un canto a la confianza en Dios, y una invitación a una sana y positiva “complicidad” con Dios, que nos hace partícipes de sus bienes y cuenta con nosotros, cuenta con nuestra responsabilidad».
Para crecer, «debemos abandonar el miedo», que «paraliza y destruye la creatividad», y «tener confianza»: si en las dificultades podemos pensar en el Señor como «un árbitro o un controlador implacable», el Evangelio nos llama -exhorta Francisco- a tener una mirada de fe y a no pensar que lo que conseguimos brota sólo de nuestras capacidades o de nuestros méritos, mientras que es fruto también de «la historia de cada uno de nosotros». Por eso, señaló el Papa, «si se apasionan por su trabajo, y si a veces se quejan con razón porque no se les reconoce adecuadamente, es porque son conscientes del valor de lo que Dios ha puesto en sus manos, no sólo para ustedes sino para todos». Detrás de las riquezas, en efecto, además de la habilidad, hay también una Providencia «que nos lleva de la mano y nos conduce».
El trabajo artesanal puede expresar bien todo esto, si va acompañado día a día del conocimiento de que Dios nunca nos abandona, de que somos obras maestras de sus manos, y por eso somos capaces de producir obras originales.
Tomado de (Vaticannews)
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