Lo maravilloso del teatro de títeres es que nos pone frente a frente con alguien. Él es un puente porque facilita el diálogo, la mirada de los niños, y, con ella, la llave a su mundo. Con un títere en las manos se puede hablar en su propio lenguaje, desde ellos y para ellos. Él, en definitiva, tiene el potencial de ser un puente al corazón del niño. De allí, el valor de este arte y cuidado increíble que hay que tener el saber que el mensaje transmitido sobre la fe en la catequesis quedará grabado en la memoria y el corazón de cada espectador.
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