Esta semana será la cumbre del “retiro espiritual” como preparación para vivir las gracias especiales que el Señor quiere comunicarnos durante la Semana santa, y como espera confiada en la Resurrección del Señor. Proponemos que el tema preferencial de estos días sea la Pasión del Señor. Sería una especie de la Tercera semana de ejercicios ignacianos. Lunes, martes y miércoles de la Semana Santa. El tema es Pasión gloriosa del Señor.Temas de meditación: los tres cánticos del Siervo de Yahvé, la Unción de Betania como pre-anuncio de la sepultura, Judas prepara la traición, pero no queda encubierto, y preparación de la Cena pascual.
El Domingo de Ramos abre solemnemente la Semana Santa, con el recuerdo de las Palmas y de la Pasión, de la entrada de Jesús en Jerusalén y la liturgia de la palabra que evoca la Pasión del Señor en el Evangelio de San Mateo.
En este día, se entrecruzan las dos tradiciones litúrgicas que han dado origen a esta celebración: la alegre, multitudinaria, festiva liturgia de la Iglesia madre de la ciudad santa, que se convierte en mimesis, imitación de los que Jesús hizo en Jerusalén, y la austera memoria - anamnesis - de la pasión que marcaba la liturgia de Roma. Liturgia de Jerusalén y de Roma, juntas en nuestra celebración. Con una evocación que no puede dejar de ser actualizada.
En el calendario cristiano, el Miércoles Santo marca el final de la Cuaresma, destinada a la preparación espiritual para la fiesta de la Pascua, la fiesta central del cristianismo, en la que se conmemora la resurrección de Jesús al tercer día después de haber sido crucificado.
Canónicamente, el Miércoles Santo es el día en que se reúne el Sanedrín (una asamblea o consejo de sabios estructurado en 23 jueces en cada ciudad judía en el Antiguo Israel) y el tribunal reiligioso judío con Judas Iscariote para negociar la entrega de Jesús a cambio de 30 monedas de plata y condenarlo.
El Jueves Santo se celebra:
En la mañana de este día, en todas las catedrales de cada diócesis, el obispo reúne a los sacerdotes en torno al altar y, en una Misa solemne, se consagran los Santos Óleos que se usan en los Sacramentos del Bautismo, Confirmación, Orden Sacerdotal y Unción de los Enfermos.
En la Misa vespertina, antes del ofertorio, el sacerdote celebrante toma una toalla y una bandeja con agua y lava los pies de doce varones, recordando el mismo gesto de Jesús con sus apóstoles en la Última Cena.
En este día recordamos cuando Jesús muere en la cruz para salvarnos del pecado y darnos la vida eterna. El sacerdote lee la pasión de Cristo en la liturgia de la Adoración a la cruz. Ese día no se celebra la Santa Misa.
En las iglesias, las imágenes se cubren con una tela morada al igual que el crucifijo y el sagrario está abierto en señal de que Jesús no está.
El color morado en la liturgia de la Iglesia significa luto. Se viste de negro la imagen de la Virgen en señal de luto por la muerte de su Hijo.
Podemos recordar leyendo el Evangelio de San Juan, capítulo 18, versículos 1-19, 42.
La Vigilia Pascual
El sábado santo es un día de oración junto a la tumba esperando la resurrección. Es día de reflexión y silencio. Es la preparación para la celebración de la Vigilia Pascual
Por la noche se lleva a cabo la celebración de la Vigilia Pascual. Dicha celebración tiene tres partes importantes que terminan con la Liturgia Eucarística:
Era costumbre, durante los primeros siglos de la Iglesia, bautizar por la noche del Sábado Santo, a los que querían ser cristianos. Ellos se preparaban durante los cuarenta días de Cuaresma y acompañados por sus padrinos, ese día se presentaban para recibir el Bautismo.
También, ese día los que hacían penitencia pública por sus faltas y pecados eran admitidos como miembros de la asamblea.
Actualmente, la Vigilia Pascual conserva ese sentido y nos permite renovar nuestras promesas bautismales y acercarnos a la Iglesia con un espíritu renovado.
El Domingo de Resurrección o de Pascua es la fiesta más importante para todos los católicos, ya que con la Resurrección de Jesús es cuando adquiere sentido toda nuestra religión.
Cristo triunfó sobre la muerte y con esto nos abrió las puertas del Cielo. En la Misa dominical recordamos de una manera especial esta gran alegría. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo.
La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas entre otras, son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus apóstoles.
Cuando celebramos la Resurrección de Cristo, estamos celebrando también nuestra propia liberación. Celebramos la derrota del pecado y de la muerte.
En la resurrección encontramos la clave de la esperanza cristiana: si Jesús está vivo y está junto a nosotros, ¿qué podemos temer?, ¿qué nos puede preocupar?
Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección, pues podemos estar seguros de que, después de una corta vida en la tierra, si hemos sido fieles, llegaremos a una vida nueva y eterna, en la que gozaremos de Dios para siempre.
Es una época de renovación espiritual y como tal es necesario tomarla en la Iglesia, tanto por parte de los Pastores, como de todos los fieles. Todos los católicos durante la cuaresma necesitan guardar un especial recogimiento. La cuaresma, pues, debería ser para todos los católicos un “retiro espiritual”. En este sentido el inicio de la cuaresma debe marcar en todo sentido un tiempo nuevo en la vida de la parroquia y de los feligreses.
La finalidad de la Cuaresma es la preparación para la Pascua. Así nos lo enseña el documento contenido en el Misal Romano denominado “Normas universales del Año litúrgico y del Calendario”, en el número 27: “El tiempo de cuaresma se ordena para preparar la celebración de la Pascua: la liturgia cuaresmal, prepara para la celebración del Misterio pascual, tanto a los catecúmenos –por medio de sus diversos grados de iniciación cristiana–, como a los fieles que renuevan la memoria del Bautismo y hacen penitencia”.
Por consiguiente, la Cuaresma es una época de renovación espiritual y como tal es necesario tomarla en la Iglesia, tanto por parte de los Pastores, como de todos los fieles. Todos los católicos durante la cuaresma necesitan guardar un especial recogimiento. La cuaresma, pues, debería ser para todos los católicos un “retiro espiritual”. En este sentido el inicio de la cuaresma debe marcar en todo sentido un tiempo nuevo en la vida de la parroquia y de los feligreses.
La finalidad de este artículo es sugerir algunos temas que orienten la predicación de la homilía hacia una propuesta de “reforma de vida”, basándose en las lecturas del leccionario de cuaresma.
Propondremos al principio de cada semana unas sugerencias que motiven la vivencia espiritual –una especie de sentido de la semana– y cada día un aspecto especial, que esperamos sirva para la homilía. La propuesta, pues, combina la introducción a la semana y la sugerencia para cada día.
Recordemos las enseñanzas de la Instrucción General del Misal Romano acerca de la homilía. Dice: “La homilía es parte de la liturgia, y es muy recomendada, pues es necesaria para alimentar la vida cristiana, conviene que sea explicación de algún aspecto de las lecturas de la Sagrada Escritura, o de otro texto del Ordinario, o del Propio de la Misa del día, teniendo en cuenta, ya sea el misterio que se celebra, ya sean las necesidades particulares de los oyentes”. (Instrucción General del Misal Romano, n. 65).
Y a continuación encontramos: “(…) Los domingos y las fiestas de precepto debe tenerse la homilía en todas Misas que se celebran con asistencia del pueblo, y no puede omitirse sin causa grave. En los demás días se recomienda, especialmente en las ferias de Adviento, de Cuaresma y del tiempo pascual, y también en otras ocasiones en que el pueblo acude numeroso a la Iglesia.
“Es Conveniente que después de la homilía se guarde un breve tiempo de silencio” (Instrucción General del Misal Romano, n. 66). ¡El silencio de meditación tan pedido por la liturgia, tan ausente y tan poco valorado en las celebraciones litúrgicas!
Es necesario exhortar a las personas a que en algún momento del día lleven a la oración lo que oyeron en la homilía para de esta manera entrar en el “retiro espiritual”. En esos ratos de oración la luz del Espíritu Santo les irá ayudando a descubrir cómo vivir la cuaresma y por dónde enfocar su conversión, su nuevo “plan de vida” que lleve a la persona a mejorar su relación con Dios y con los demás. Un plan muy centrado en el Mandamiento del Amor (Juan 13, 34; 15, 12; 1 Juan 2, 8-11).
Abandono del pecado y compromiso de cambio. Insistir en el hondo significado que tiene el signo de la Ceniza, motivarlo con las lecturas.
El Miércoles de ceniza abre el “retiro espiritual” con un llamado a la conversión sincera, llamado que debe perdurar durante todo este tiempo. El tema de la conversión –en una u otra forma– debería estar presente durante toda la cuaresma.
Este día hallamos en las lecturas: petición de perdón y meditación en la misericordia de Dios y también encontramos una condición para ser perdonados por Dios: el reconocimiento de los pecados.
Además, es importante insistir desde hoy que la cuaresma es tiempo de gracia y tiempo de salvación. La cuaresma es un llamado a hacer obras de penitencia, a orar con insistencia y a ayudar a los más necesitados. (Participación cristiana de bienes).
En la apertura del “retiro espiritual” es muy importante explicar el “signo” de compromiso de conversión contenido en la ceniza. El sentido profundo de este sacramental debería permanecer presente en cada persona durante todo el tiempo cuaresmal.
Jueves después de ceniza.Este día se puede insistir en el realismo de nuestro ser de católicos. Tenemos abiertos dos caminos: uno produce vida, el otro, muerte. El salmo 1 puede sugerirse como tema de meditación. Además el seguidor de Jesucristo debe recorrer el camino estrecho y cargar con su cruz de cada día.
Viernes después de ceniza.Conexo con los dos temas anteriores hoy se nos propone reflexionar sobre el pecado propio y la necesidad de hacer penitencia. Misión de todo pastor, especialmente ahora cuando las personas creen que el pecado no existe, es hacerlas conscientes de la realidad del pecado. Este día podría aprovecharse para enseñar a las personas qué es penitencia y cómo debe hacerse en nuestro tiempo (cf. Constitución sobre la sagrada Liturgia números 109-110). Sin duda que también es ocasión de recordar el carácter penitencial de todos los viernes del año, muy especialmente en cuaresma.
Sábado después de ceniza.Hoy encontramos como tema central que la verdadera conversión es abandonar los malos comportamientos. El portavoz de Dios -eso es el Profeta- e igualmente es oficio del Pastor, señalar los malos comportamientos que es necesario abandonar para ser escuchados por Dios. El Evangelio nos enseña con un hecho concreto que la verdadera conversión se da cuando la persona realiza –con la gracia- un verdadero encuentro con Cristo
La oración como pilar central de la conversión. Oración que interrogue con la ayuda del Espíritu Santo, que impulse a una verdadera piedad. Oración que haga crecer en deseos de santidad y afiance en el amor fraterno.
Lunes primera semana de cuaresma: Llamado a la santidad. Todos tenemos que ser santos porque Dios es santo. El énfasis se debe poner en el mandamiento del amor, porque en el hermano está Cristo.
Martes primera semana: la piedad auténtica. El Señor escucha la oración hecha con piedad, sin formulismos ni formalismos. Encontramos hoy un modelo que nos invita a revisar nuestro modo de orar.
Miércoles primera semana: Dios invita a la conversión propia y colectiva. Para la conversión es indispensable escuchar la voz de Dios con un corazón humilde y reconocerlo como la Sabiduría.
Jueves primera semana: La eficacia de la oración La confianza de Ester en su oración y la promesa que Jesús hace de la eficacia de ella, se constituyen en una invitación a orar siempre. La oración es uno de los pilares de la vivencia de la cuaresma.
Viernes primera semana: responsabilidad personal de las acciones y amor fraterno. Para perdonar nuestro pecado Dios exige estar en paz con el hermano. Estar en paz con el hermano es igualmente condición indispensable para poder participar en el culto.
Sábado primera semana:cumplir con la alianza iniciada desde el bautismo. Hoy encontramos una exhortación a meditar y a practicar la Ley de Dios y el Evangelio. Esta exhortación plantea la necesidad de amar al enemigo, de orar por él y de hacer el bien al que nos hace el mal.
El miércoles de Ceniza marca en el Año Litúrgico el inicio del Tiempo de la Cuaresma. Como su nombre lo indica es el lapso de 40 días en los cuales el pueblo de Dios entra en etapa de Penitencia tras un proceso de conversión, examen de vida interior, limosna para los más pobres, desposeídos y necesitados, y ayuno como señal de solidaridad con los que no tienen que comer para compartir con ellos algo de su alimento. La Cuaresma nos invita a recordar los 40 años del pueblo de Israel en el desierto, luego de haber huido de Egipto rumbo a la Tierra Prometida; igualmente, nos invita a reflexionar los 40 días de Jesús en el desierto donde fue tentado por el demonio antes de iniciarse su vida pública y después de su Bautismo en el Jordán.
El número 40 nos indica un largo proceso que se va dando en un camino de conversión, de examen interior, de análisis de los propios actos. En el pueblo de Israel, los 40 años de su estadía en el desierto yendo en busca de la Tierra Prometida nos invita a reflexionar sobre nuestro proceso en búsqueda del Reino de Dios, el cual es nuestra “Tierra Prometida” analógicamente hablando. Este largo proceso de búsqueda y de encuentro final, es un anticipo de la búsqueda del fiel cristiano en su proceso de encuentro con Dios hasta conseguirlo. El pueblo debió atravesar muchas dificultades en su caminar mientras se iba purificando para llegar al momento definitivo de su entrada en la Tierra Prometida.
En el caso de Jesús y sus 40 días en el desierto, son una muestra anticipada también de lo que todo fiel cristiano tiene que enfrentar para cumplir con su misión; una vez acepta la encomienda del Señor deberá afrontar múltiples tentaciones que le intentarán sacar del camino, pero Jesús enseña cómo pueden ser vencidas esas tentaciones en cuanto se esté cubierto por el Espíritu del Señor, pues fue Él quien llevó a Jesús al desierto para acompañarlo y confortarlo en los momentos más complicados.
Combinando estos dos acontecimientos histórico-teológico-bíblicos, la Cuaresma nos invita a usar de este tiempo para: -Realizar un examen interno, un examen de conciencia, para verificar cómo está nuestra relación con Dios;
-Acto seguido, ser conscientes de nuestra condición de bautizados, pues ello nos hace ser hijos de Dios y miembros de la Iglesia a la cual pertenecemos y dentro de la cual estamos llamados a ejercer una misión; - Tomar conciencia de la misión que nos ha sido encomendada para responder a dicha misión, aun a sabiendas que encontraremos obstáculos que debemos vencer y tentaciones que tenemos que enfrentar.
- Por último, fortificar con la oración nuestra fe para pedir que el Espíritu del Señor sea el que nos guíe, nos conduzca, nos señale el camino más apropiado para ejercer nuestro ministerio, ya sea laical ya sea sacerdotal, pero siempre en aras del crecimiento del Reino de Dios.
Durante estos 40 días la Iglesia hace especial énfasis en estos tres aspectos: Oración, Limosna y ayuno. Si nos fijamos bien, cada uno de ellos tiene una dimensión y característica diferente: En primer lugar, la Oración posee un carácter netamente relacional de Yo – Tú, donde el Yo es individual y el Tú es Dios. Es decir, con la Oración como principal fuente de nuestro trabajo espiritual durante estos 40 días, el penitente entra en relación directa con Dios. Esta relación, que posee una dimensión orante vivencial y por ello le fortifica, le permitirá asumir los otros dos aspectos que se invitan a vivir en la Cuaresma: la limosna y el ayuno.
En segundo lugar, encontramos la limosna, con un carácter relacional de un nosotros, es decir, el individuo que ha entrado en diálogo con Dios hará efectiva su relación en la medida en que se concientice de su labor comunitaria y ayude a sus co-hermanos a cubrir sus necesidades, principalmente aquellos que no tienen posibilidades económicas favorables para su subsistencia. Si la primera fue una dimensión orante vivencial, esta es una dimensión orante comunitaria. En tercer lugar, encontramos elayuno, con un carácter relacional de intimidad, es decir, conmigo mismo. El ayuno, es la dimensión personal en la cual el individuo entra en un proceso de mortificación propia por medio del cual sacrifica algo de sí para que otros lo puedan disfrutar, ese el carácter de relación íntima que me permite salir de mí para fijarme en los otros. Complementario, aunque diferente a la limosna, el ayuno nos ayuda a identificar la satisfacción personal en el dar, no en cuanto al dar, sino en cuanto al recibir de aquel que no tiene.
Al vivir la Cuaresma con esta conciencia, nos estamos preparando adecuadamente al acontecimiento central que estamos esperando: el Misterio Salvífico de Cristo.
Ya habíamos hecho mención al color litúrgico de la Cuaresma cuando habíamos mencionado el Tiempo del Adviento. En la Cuaresma también el color Morado se hace presente en la Liturgia, quizás no en las mismas dimensiones del Adviento, pero sí muy similares, y añadiendo otros aspectos que le son de vital importancia al significado en cuanto tal, por las características propias de este tiempo Litúrgico.
Si bien en el Adviento hablamos de un periodo de preparación para esperar la llegada del Mesías, en la Cuaresma vivimos un tiempo penitencial como acto preparatorio a la celebración del Misterio Central de nuestra fe; recordemos que el Morado, acá, significa penitencia, más que en cualquier otro Tiempo Litúrgico; la Cuaresma es el Tiempo Penitencial por excelencia, pues nos invita a arrepentirnos de nuestros Pecados para ser merecedores del Reino en cuanto al cumplimiento de la voluntad del Padre.
El Gloria y el Aleluya se omiten
Por todo lo anterior, en Cuaresma desaparecen el canto del Aleluya y el himno victorioso de Gloria, pues estos sólo se volverán a entonar cuando llegue la Pascua, en el momento más importante de nuestras celebraciones, es decir, en la Resurrección de Cristo. Aquí encontramos una diferencia importante con el Adviento, pues en Adviento si bien desaparece el Gloria, se mantiene el Aleluya, pues existe una alegría esperanzadora en el nacimiento del Salvador; en Cuaresma, el Aleluya, que significa: Alegría, desaparece en orden al tiempo, dado que a sabiendas que Cristo va a ser entregado por nuestros pecados para morir en la cruz, ningún canto de alegría puede acompañar esta situación; la alegría aparecerá cuando Él resucite, por eso sólo hasta la Pascua se vuelve a entonar el Aleluya: aquí se convierte en un canto final gozoso que nos invita a celebrar que Cristo venció la muerte con su Resurrección.