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Pan de la Palabra


09 Enero 2026

  • Feria – Viernes después de Epifanía
  • Blanco
  • antos Julián, Basilisa y Compañeros.

PRIMERA LECTURA

De la Primera carta del apóstol san Juan 5, 5-13

Queridos hermanos: ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Este es el que vino por el agua y la sangre: Jesucristo. No solo en el agua, sino en el agua y en la sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre, y el testimonio de los tres es único. Si aceptamos el testimonio humano, mayor es el testimonio de Dios.

Pues este es el testimonio de Dios, que ha dado testimonio acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo. Quien no cree a Dios lo hace mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y este es el testimonio: Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo tiene la vida, quien no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Les he escrito estas cosas a los que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que se den cuenta de que tienen vida eterna.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 147

R.Glorifica al Señor, Jerusalén.​​​​​​

• Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sion. Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.R/.

Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina. Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz. R/.

Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos. R/.

EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Lucas 5, 12-16

Sucedió que, estando Jesús en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra; al ver a Jesús, cayendo sobre su rostro, le suplicó diciendo: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. Y extendiendo la mano, lo tocó diciendo: “Quiero, queda limpio”.

Y enseguida la lepra se le quitó. Y Él le ordenó no comunicarlo a nadie; y le dijo: “Ve, preséntate al sacerdote y ofrece por tu purificación según mandó Moisés, para que les sirva de testimonio”. Se hablaba de Él cada vez más, y acudía mucha gente a oírlo y a que los curara de sus enfermedades. Él, por su parte, solía retirarse a despoblado y se entregaba a la oración.

Palabra del Señor.

 

 

LECTIO DIVINA

HALLEN MEDITANDO

Lc 5, 12-16 presenta a Jesús en un pueblo anónimo. En aquel lugar, Jesús tiene un encuentro con un personaje igualmente anónimo. No obstante, el evangelista da a conocer que se trata de un hombre con lepra. No es normal que el encuentro con un leproso tenga lugar en un espacio poblado, según la ley de Lv 13, 45: “El afectado por la lepra llevará la ropa rasgada y despeinada la cabeza, se tapará hasta el bigote e irá gritando: ‘¡Impuro, impuro!’”.

El término lepra (lepras) es amplio; puede indicar también las manchas en la piel, úlceras o algún tipo de inflamación. La descripción del evangelista no responde cuál es la enfermedad específica del personaje que se acerca a Jesús, sino que da razón de la confianza incondicional que el hombre tiene de frente al Señor: “se echó rostro en tierra y le rogó diciendo” (v. 12). La petición del leproso se interpreta como una oración: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. En la teología de Lucas, el tema de la oración –sea de Jesús o sea de los discípulos– es fundamental. En este caso, el autor bíblico hace coincidir las palabras del leproso con una oración sencilla, pero abierta a la misericordia del Señor.

Notamos una petición construida hipotéticamente que apela a la voluntad de Jesús. La frase contiene, además, el verbo “limpiar” (katharizō), que generalmente está asociado con las leyes de purificación (Lc 11, 39), y aparece en los evangelios dando un carácter de pulcritud y de oportunidad a los excluidos sociales. En el contexto bíblico, la lepra condiciona el aspecto religioso, interpretándose como una punición divina (2Cro 26, 16-23). A la petición del leproso, Jesús responde con un gesto inesperado: “Él extendió la mano, lo tocó y dijo: ‘Quiero; queda limpio’” (v. 13).

Lucas sobrepasa cualquier interpretación de ritualidad mágica y presenta en el gesto del “tocar”, la fuerza sanadora de Jesús, quien se empeña en la liberación de la persona, como también lo presenta el Antiguo Testamento (Sal 138, 7: “Si camino entre angustias, me das vida, ante la cólera del enemigo, extiendes tu mano y tu diestra me salva”). Con el recurso del verbo “tocar” (haptō), el evangelista manifiesta cómo Jesús va más allá del límite de la purificación que no permite el contacto con personas impuras (Lv 5, 3). El gesto del Señor ilustra una fe que nace de su misma mano; Él toca el dolor, sana la enfermedad y concede una nueva vida.

En otras palabras, bajo la mano de Jesús nace una sociedad transformada, capaz de reconocer la posibilidad de vida y de cambio en los demás. Muchas veces estamos enfermos por nuestra propia indiferencia social, cultural y religiosa. Justo en ese momento debemos clamar al Señor y apelar a su voluntad. Lucas constata la sanación con estas palabras: “Al instante le desapareció la lepra” (v. 13). El adverbio “inmediatamente” (eutheōs) nos muestra la eficacia de la Palabra del Señor. Él se muestra como un Mesías solidario que prioriza sobre las necesidades de la persona.

 

LLAMEN ORANDO

San Lucas me conduce a reflexionar en este día sobre la multiforme presencia de la lepra en la actualidad. Quizás su forma más común sea la indiferencia. Estamos en un mundo que cada vez se interesa menos por la salud política, social, económica y humana. Hoy también existen muchas personas aisladas por su condición social o por un estrato económico.

En nuestros campos existen hombres y mujeres ignorados y menospreciados, pareciera que no cuentan en la sociedad. En nuestras calles caminan hombres y mujeres aislados por la opción de vida que han hecho. Más que buscar una solución en los otros, el evangelio me hace pensar en aquello que estoy haciendo para superar los límites y ser como la mano de Jesús que toca el dolor y devuelve a la vida.

 

LES ABRIRÁN CONTEMPLANDO

Señor Jesús, después de alimentarme de tu Palabra, deseo pedirte que me enseñes a mirar con ternura y misericordia a los demás. Yo, como el leproso, también me postro ante ti y te dirijo mi oración con sus mismas palabras: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. Toca mi vida y sáname de la lepra que me aleja de ti. Amén.

 

 


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