PRIMERA LECTURA
Del Cantar de los Cantares 3, 1-4a
Así dice la esposa: “En mi cama, por la noche, buscaba al amor de mi alma: lo busqué y no lo encontré. Me levanté y recorrí la ciudad por las calles y las plazas, buscando al amor de mi alma; lo busqué y no lo encontré. Me han encontrado los guardias que rondan por la ciudad: ‘¿Vieron al amor de mi alma?’. Pero, apenas los pasé, encontré al amor de mi alma”.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Salmos 62
R. Mi alma está sedienta de ti, mi Dios.
• Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. R/.
• ¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. R/.
• Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabaran jubilosos. R/.
• Porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene. R/.
EVANGELIO
Del santo Evangelio según san Juan 20, 1.11-18
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: “Mujer, ¿por qué lloras?”. Ella les contesta: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: “Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?”. Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: “Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré”. Jesús le dice: “¡María!”. Ella se vuelve y le dice: “¡Rabbuni!”, que significa: “¡Maestro!”. Jesús le dice: “Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: ‘Subo al Padre mío y Padre suyo, al Dios mío y Dios suyo’”. María Magdalena fue y anunció a los discípulos: “He visto al Señor y ha dicho esto”.
Palabra del Señor.
LECTIO DIVINA
PARA MEDITAR
Qué bueno que María Magdalena nunca perdió la esperanza de encontrar, aunque tan solo fuera un cadáver, qué bueno que esta espera la hizo confundir a Jesús con el jardinero de aquel huerto, qué bueno que ella siguió buscando, informándose, haciendo preguntas, porque esperar es proyectar y preguntar, y tanto la espera como la pregunta descansan sobre una confianza más o menos firme y segura en el logro efectivo de lo que como posibilidad se proyecta. Sí a María Magdalena le debemos que nos haya enseñado a buscar sin desfallecer, a esperar cuando todo apunta a una gran incertidumbre al no saber dónde se encuentra la persona amada, el Maestro, el Señor.
Qué bueno porque su espera fue correspondida por el mismo Resucitado que sale a su encuentro, que se interesó por su llanto, por su búsqueda, que la llamó por su nombre: ¡María! Qué bueno que ella una vez oyó su voz lo reconoce como ¡Rabbuní!, ¡Maestro! Qué bueno que su espera llegó hasta el final, porque de lo contrario no hubiéramos escuchado que Dios, el Padre de Jesús también es nuestro Padre y nuestro Dios. Gracias María Magdalena.
PARA REFLEXIONAR
¿Cómo interesarnos por el llanto y las búsquedas de las personas de nuestro tiempo? ¿Cómo dar respuesta a situaciones de verdadera desesperación, confusión y sin sentido de la vida?
¿De qué medios disponemos hoy para ofrecer una identidad cristiana a un mundo incrédulo?
ORACIÓN FINAL
Padre, gracias por esa gran mujer, por María Magdalena, por su llanto y por su búsqueda; gracias por las preguntas de Jesús a ella, porque Él se interesó por su llanto y por su búsqueda. Danos tu Espíritu Santo para ser buscadores de tu rostro, de tu Hijo y de tu presencia en el mundo hoy. Amén.
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