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Pan de la Palabra


08 Abril 2023

  • VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA
  • Blanco
  • SÁBADO SANTO

PRIMERA LECTURA

Del libro del Génesis 1, 1–2, 2

Al principio creo Dios el cielo y la tierra. La tierra estaba informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas. Dijo Dios: “Exista la luz”. Y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla. Llamó Dios a la luz “día” y a la tiniebla llamó “noche”. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.

Y dijo Dios: “Exista un firmamento entre las aguas, que separe aguas de aguas”. E hizo Dios el firmamento y separó las aguas de debajo del firmamento de las aguas de encima del firmamento. Y así fue. Llamó Dios al firmamento “cielo”. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo. Dijo Dios: “Júntense las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezca lo seco”. Y así fue. Llamó Dios a lo seco “tierra”, y a la masa de las aguas llamó “mar”. Y vio Dios que era bueno. Dijo Dios: “Cúbrase la tierra de verdor, de hierba verde que engendre semilla, y de árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra”. Y así fue. La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie. Y vio Dios que era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero. Dijo Dios: “Existan lumbreras en el firmamento del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años, y sirvan de lumbreras en el firmamento del cielo, para iluminar sobre la tierra”.

Y así fue. E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche; y las estrellas. Dios las puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, para regir el día y la noche y para separar la luz de la tiniebla. Y vio Dios que era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto. Dijo Dios: “Bullan las aguas de seres vivientes, y vuelen los pájaros sobre la tierra frente al firmamento del cielo”. Y creó Dios los grandes cetáceos y los seres vivientes que se deslizan y que las aguas fueron produciendo según sus especies, y las aves aladas según sus especies. Y vio Dios que era bueno. Luego los bendijo Dios, diciendo: “Sean fecundos y multiplíquense, llenen las aguas del mar; y que las aves se multipliquen en la tierra”. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto. Dijo Dios: “Produzca la tierra seres vivientes según sus especies: ganados, reptiles y fieras según sus especies”.

Y así fue. E hizo Dios las fieras según sus especies, los ganados según sus especies y los reptiles según sus especies. Y vio Dios que era bueno. Dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra”. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creo. Dios los bendijo; y les dijo Dios: “Sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra”. Y dijo Dios: “Miren, les entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la superficie de la tierra y todos los árboles frutales que engendran semilla: les servirán de alimento. Y la hierba verde servirá de alimento a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra y a todo ser que respira”. Y así fue. Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto. Así quedaron concluidos el cielo, la tierra y todo el universo. Y habiendo concluido el día séptimo la obra que había hecho, descanso el día séptimo de toda la obra que había hecho.

 

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Salmo 103

R. Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

• Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. R/.


•  Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y no vacilará jamás; la cubriste con el manto del océano, y las aguas se posaron sobre las montañas. R/.

• De los manantiales sacas los ríos, para que fluyan entre los montes; junto a ellos habitan las aves del cielo, y entre las frondas se oye su canto. R/.

• Desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda; haces brotar hierba para los ganados, y forraje para los que sirven al hombre. Él saca pan de los campos. R/.

• Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría; la tierra está llena de tus criaturas. ¡Bendice, alma mía, al Señor! R/.

 

SEGUNDA LECTURA

Del libro del Génesis 22, 1-18

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán. Le dijo: “¡Abrahán!”. Él respondió: “Aquí estoy”. Dios dijo: “Toma a tu hijo único, al que amas, a Isaac, y vete a la tierra de Moria y ofrécemelo allí en holocausto en uno de los montes que yo te indicaré”. Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el holocausto y se encaminó al lugar que le había indicado Dios. Al tercer día levantó Abrahán los ojos y divisó el sitio desde lejos. Abrahán dijo a sus criados: “Quédense aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con ustedes”. Abrahán tomó la leña para el holocausto, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo.

Los dos caminaban juntos. Isaac dijo a Abrahán, su padre: “Padre”. Él respondió: “Aquí estoy, hijo mío”. El muchacho dijo: “Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el holocausto?”. Abrahán contestó: “Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío”. Y siguieron caminando juntos. Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán alargó la mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo.

Pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: “¡Abrahán, Abrahán!”. Él contestó: “Aquí estoy”. El ángel le ordenó: “No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo”. Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Abrahán llamó aquel sitio “El Señor ve”, por lo que se dice aún hoy “En el monte el Señor es visto”. El ángel del Señor llamó a Abrahán por segunda vez desde el cielo y le dijo: “Juro por mí mismo, oráculo del Señor: por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te colmaré de bendiciones y multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de sus enemigos. Todas las naciones de la tierra se bendecirán con tu descendencia, porque has escuchado mi voz”.

Palabra de Dios.

 

EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Juan 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.

Llegó a Simón Pedro, y este le dice: “Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?”. Jesús le replicó: “Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde”. Pedro le dice: “No me lavarás los pies jamás”. Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tienes parte conmigo”. Simón Pedro le dice: “Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza”. Jesús le dice: “Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También ustedes están limpios, aunque no todos”. Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos están limpios”.

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: “¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman ‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros: les he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con ustedes, ustedes también lo hagan”.

Palabra del Señor.

 

 

LECTIO DIVINA

PARA MEDITAR

 La resurrección de Jesús es el acontecimiento que da sentido a nuestra fe. Si somos cristianos es por eso, porque Jesús no se quedó en el sepulcro, sino que la fuerza de Dios lo hizo pasar a su nueva existencia, en la que está para siempre, y desde la que se nos hace presente continuamente, sobre todo en la Eucaristía. Es la noticia –un "credo" abreviado y rotundo– que los demás discípulos transmitieron a los dos discípulos que volvían de Emaús: “Era verdad, ¡ha resucitado el Señor!”.

Vale la pena que nos dejemos conquistar por la alegría de esta noche y que entremos en el acontecimiento de la Pascua también nosotros, junto con Jesús. Ese “sepulcro vacío” es un símbolo elocuente de la victoria de Cristo sobre la muerte. Nosotros no seguimos a un muerto, por importante que hubiera sido en vida. Seguimos a uno que está vivo. El aviso del ángel es una consigna para todas las generaciones cristianas: “Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de ustedes”.

 

Si la resurrección de Cristo significa el triunfo definitivo del plan Salvador de Dios, surge y espontánea la pregunta: ¿Por qué, entonces, el mundo sigue igual, sometido a la injusticia, a la guerra y al dolor? Hay que comprender que la resurrección de Cristo no fue un triunfo humanamente resonante, como la batalla que decidió libertad de un pueblo. Por el contrario, sucedió en el silencio de la noche y Jesús no se presentó glorioso delante de una multitud delirante; solo lo hizo delante de unos pocos testigos. En Jerusalén todo siguió aparentemente igual. Pero la realidad del mundo había cambiado. El hombre se declaraba vencedor de la muerte. En él había florecido la esperanza que no defrauda; se había encendido para siempre la luz de la inmortalidad y de la vida plenamente feliz (cf. Plan Nacional de Predicación, ciclo A, 2014, p. 198).

 

PARA REFLEXIONAR

¿En qué hechos concretos hemos sentido el paso de Jesús resucitado en nuestra vida?

¿Qué acciones de solidaridad, perdón y consuelo empleamos para mostrar que Jesús sigue vivo en medio de la humanidad?

 

ORACIÓN FINAL

Señor, ayúdanos a no dejarnos llevar por la corriente, por el mar de los problemas y del miedo. Dejémonos encontrar por Cristo resucitado; busquémoslo a Él en todo y por encima de todo y dejemos que Él nos transforme para resucitar a la vida de la gracia. Amén.

 


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