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Pan de la Palabra


05 Abril 2023

  • Semana Santa
  • Morado
  • San Vicente Ferrer

PRIMERA LECTURA

Del libro de Isaías 50, 4-9

El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos. El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos. El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Mi defensor está cerca, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos, ¿quién me acusará? Que se acerque. Miren, el Señor Dios me ayuda, ¿quién me condenará?

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Salmo 68

R. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor.

•  Por ti he aguantado afrentas, la vergüenza cubrió mi rostro. Soy un extraño para mis hermanos, un extranjero para los hijos de mi madre. Porque me devora el celo de tu templo, y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R/.


•  La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco. Espero compasión, y no la hay; consoladores, y no los encuentro. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre. R/.

• Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias. Mírenlo, los humildes, y alégrense; busquen al Señor, y revivirá su corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos. R/.

 

EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Mateo 26, 14-25

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: “¿Qué están dispuestos a darme si se lo entrego a ustedes?”. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?”.

Él contestó: “Vayan a la ciudad, a casa de quien ustedes saben, y díganle: ‘El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos’”. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: “En verdad les digo que uno de ustedes me va a entregar”. Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro: “¿Soy yo acaso, Señor?”. Él respondió: “El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de Él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!”. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: “¿Soy yo acaso, Maestro?”. Él respondió: “Tú lo has dicho”.

Palabra del Señor.

 

 

LECTIO DIVINA

PARA MEDITAR

 El tercer cántico del Siervo nos exhorta a abrir los oídos y el corazón para recibir el mensaje que Dios nos quiere comunicar. El contenido del mensaje es una palabra de consuelo. Pero, como sucede casi siempre, no todos reciben bien esta palabra, sino que se rebelan contra el Siervo, que tiene que padecer la violencia y la incomprensión, esto, sin embargo, no hace que el Siervo dé marcha atrás, pues sabe bien en quien ha puesto su confianza y por eso continúa con su misión. La seguridad del Siervo sirve para afirmar nuestra seguridad de que Dios vela por nosotros, nos cuida y nos protege, incluso cuando parece que todo está perdido.

 

Hoy la Palabra de Dios nos invita a reflejarnos en el Siervo de Isaías y, sobre todo, en Jesús, que cumple en plenitud el anuncio. ¿Somos buenos oyentes de la Palabra, tenemos ya desde temprano “espabilado el oído” para escuchar la voz de Dios? ¿Somos discípulos antes de creernos y actuar como maestros? Y luego, cuando hablamos a los demás, ¿es para “decir una palabra de aliento a los abatidos”? Es lo que hizo Cristo: escuchaba y cumplía la voluntad de su Padre y, a la vez, comunicaba una palabra de cercanía y esperanza a todos los que encontraba por el camino. También nosotros debemos confiar plenamente en Dios. Estamos empeñados en una tarea cristiana que supone lucha y que es signo de contradicción. Pero, de la mano de Dios, no debemos darnos nunca por vencidos: ¿quién podrá contra mí? Si alguna vez nos toca “aguantar afrentas” o “recibir insultos”, basta que miremos a Cristo en la cruz para aprender generosidad y fidelidad. Incluso cuando alguien nos traicione, como a Él.

 

PARA REFLEXIONAR

Detrás de propósitos aparentemente nobles puede ocultarse la negación y la amenaza de la vida. ¿Hemos caído alguna vez en esas actitudes?

 

ORACIÓN FINAL

Señor Jesús, que das la vida por tus amigos, concédenos ser fieles a tu amor; sé el valor absoluto en nuestra vida por encima de otros valores. Amén.

 


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