PRIMERA LECTURA
De la Carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 17–4, 1
Sigan mi ejemplo, hermanos, y fíjense en los que andan según el modelo que tienen en nosotros. Porque, como les decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Solo aspiran a cosas terrenas. Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro pobre cuerpo, según el modelo de su cuerpo glorioso, en virtud del poder que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manténganse así, en el Señor, queridos.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Salmo 121
R. Vamos alegres a la casa del Señor.
• ¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén. R/.
• Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David. R/.
EVANGELIO
Del santo Evangelio según san Lucas 16, 1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: ‘¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido’. El administrador se puso a echar sus cálculos: ‘¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza.
Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa’. Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: ‘¿Cuánto debes a mi amo?’. Este respondió: ‘Cien barriles de aceite’. Él le dijo: ‘Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta’. Luego dijo a otro: ‘Y tú, ¿cuánto debes?’. Él contestó: ‘Cien fanegas de trigo’. Le dijo: ‘Aquí está tu recibo, escribe ochenta’. Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz”.
Palabra del Señor.
LECTIO DIVINA
PARA MEDITAR
• Nuestra misión es testimoniar que se puede servir a Dios y no a nuestros intereses mezquinos usando los bienes materiales sin perder los eternos y haciendo realidad el reinado de Dios en medio de las ocupaciones y el trabajo, el amor y la familia, la convivencia cívica y la vida de cada día.
El cristiano ha de saber administrar mejor los bienes perecederos de esta vida ganando amigos para la eterna. Para vivir como hijos de la luz, como hijos de Dios, hemos de ser hermanos de los demás; algo imposible para el que vive al servicio del dinero, excluyendo a los otros.
El afán de dinero es la raíz de todos los males, dice san Pablo. De ahí brotan la explotación del hombre por el hombre, la pobreza, incultura y subdesarrollo de unos frente al despilfarro y opulencia de otros, así como las rivalidades, odios y guerras entre todos. ¿Qué hacer para un uso acertado y seguro de material tan explosivo como es el dinero? ¿Renunciar al mismo y hacernos pobres de solemnidad por amor a la “hermana pobreza”, como san Francisco de Asís? ¿Cruzarnos de brazos y abandonarnos perezosamente a la providencia de Dios?
Hoy Jesús nos señala otro camino: Invertir el dinero y los bienes que tengamos, pocos o muchos, en los hermanos, especialmente en los pobres, colocando nuestros haberes en el banco del amor y no en el del egoísmo, porque solo el primero reditúa para la vida eterna. Si no convertimos nuestro corazón a los criterios de Jesús sobre el dinero, los bienes y la riqueza, renunciemos a ser cristianos. No valemos para ello, aunque aparentemos llevar una vida piadosa y cultualmente observante.
para reflexionar
• ¿Pedimos en nuestra oración al Señor no adueñarnos de los bienes de este mundo, sino en todo momento usarlos para el provecho de los hermanos?
ORACIÓN FINAL
Señor, ten compasión de nosotros y perdónanos. Enséñanos a usar los bienes perecederos de esta vida, invirtiéndolos en los hermanos y ganándonos amigos en las moradas eternas; así no perderemos las inmensas riquezas de tu Reino. Amén.
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