PRIMERA LECTURA
Del libro de Jeremías 31, 1-7
En aquel tiempo –oráculo del Señor–, seré el Dios de todas las tribus de Israel, y ellas serán mi pueblo. Así dice el Señor: “Hallo gracia en el desierto el pueblo escapado de la espada; camina Israel a su descanso, el Señor se le apareció de lejos. Con amor eterno te amé, por eso prolongué mi misericordia. Todavía te construiré, y serás reconstruida, doncella de Israel; todavía te adornarás y saldrás con panderos a bailar en corros; todavía plantarás viñas en los montes de Samaria, y los que plantan cosecharán. ‘Es de día’, gritarán los centinelas en la montaña de Efraín: ‘Levántense y marchemos a Sion, al Señor, nuestro Dios’”. Porque así dice el Señor: “Griten de alegría por Jacob, regocíjense por el mejor de los pueblos: proclamen, alaben y digan: ‘El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel’”.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Salmo 149, 1-9
R. El Señor se complace en los humildes.
• Canten al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sion por su Rey. R/.
• Alaben su nombre con danzas, cántenle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes. R/.
• Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca; es un honor para todos sus fieles. R/.
EVANGELIO
Del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, exclamó Jesús: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán su descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.
Palabra del Señor.
LECTIO DIVINA
PARA MEDITAR
• El mejor retrato de cómo es Dios lo sabemos por su Hijo, Jesús. Él es quien nos lo revela en su identidad, cuando en las parábolas lo describe como el padre del hijo pródigo o el pastor que va en busca de la oveja perdida.
Cuando se nos dice cómo es Dios es cuando al mismo Jesús se le ve a lo largo del evangelio perdonando, curando, animando a todos. Jesús aparece en verdad como “manso y humilde de corazón”, comprensivo, tolerante, acogedor, que acepta a las personas como son, aunque las invite a dar pasos adelante, que sintoniza con los que sufren, que nunca pasa al lado de uno que lo necesita sin detenerse y dedicarle su tiempo, que parece que tiene predilección por los despreciados por la sociedad de su época.
Jesús tiene convicciones firmes. Es recio en su camino. Hay días en que escuchamos de sus labios palabras que nos hablan de la exigencia de su seguimiento, o ataques duros contra los orgullosos. Pero hoy se completa su imagen con esta invitación a la confianza y la afirmación de la bondad de Dios.
• “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré”. Esta exhortación de Jesús se extiende hasta nuestros días, para llegar a muchos hermanos y hermanas oprimidos por precarias condiciones de vida, por situaciones existenciales difíciles y a veces privados de válidos puntos de referencia. En los países más pobres, pero también en las periferias de los países más ricos, se encuentran muchas personas cansadas y agobiadas bajo el peso insoportable del abandono y la indiferencia.
Solo contemplando la humanidad sufriente de Jesús podemos hacernos mansos, humildes, tiernos como Él. No hay otro camino. Ciertamente tendremos que hacer el esfuerzo de buscar a Jesús; pensar en su pasión, en cuánto sufrió; pensar en su silencio manso.
para reflexionar
• ¿Somos nosotros sencillos de corazón? ¿Sabemos admirar y agradecer las obras de Dios? ¿O somos tan retorcidos y llenos de nosotros mismos que no sabemos escuchar a Dios ni creemos necesitar su salvación?
ORACIÓN FINAL
Padre del cielo, por tu infinito amor nos has dotado de dones para que los pongamos al servicio de los hermanos; danos sabiduría para usarlos siempre en el bien. Amén.
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