PRIMERA LECTURA
Del libro de Jeremías 31, 31-34
“Miren que llegan días –oráculo del Señor– en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No como la alianza que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto: ellos quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor –oráculo del Señor–. Sino que así será la alianza que haré con ellos, después de aquellos días –oráculo del Señor–: Pondré mi Ley en su interior, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su hermano, diciendo: ‘Reconoce al Señor’. Porque todos me conocerán, desde el pequeño al grande –oráculo del Señor–, cuando perdone sus crímenes y no recuerde sus pecados”.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Salmo 50
R/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro.
• Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R/.
• Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. R/.
• Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. R/.
EVANGELIO
Del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-23
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Ellos contestaron: “Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas”. Él les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Simón Pedro tomó la palabra y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Jesús le respondió: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”. Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías. Desde entonces empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: “¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte”. Jesús se volvió y dijo a Pedro: “Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios”.
Palabra del Señor.
LECTIO DIVINA
PARA MEDITAR
• La comunión eclesial. La piedra angular y el cimiento de la Iglesia es Cristo mismo, como dice san Pablo repetidas veces; por eso no la derrotará el poder del infierno, o “puertas del Hades” según el original griego, como personificación aquí de la muerte y del mal. No obstante, por disposición de Jesús, el cimiento visible de la permanencia y comunión eclesiales es la cátedra de Pedro, su vicario, en colegialidad con los obispos, sucesores de los apóstoles.
La “comunión” es un concepto básico en la actual visión teológica de la Iglesia. Pero es también uno de los aspectos que la historia de las herejías y cismas ha evidenciado como más vulnerable, por varias razones: intransigencia de unos y de otros cuando surgen situaciones conflictivas; actitud autónoma respecto de la Iglesia institucional por parte de algunos fieles que, no obstante, se dicen creyentes, si bien más o menos practicantes, y, finalmente, por una actitud de crítica destructiva, reduccionista e insolidaria ante los inevitables fallos humanos de los miembros que componemos el pueblo de Dios, la Iglesia de Cristo.
Son los nuevos “cristianos sin Iglesia”, cuya ruptura de la comunión eclesial y cuyo grado de distanciamiento, tanto a nivel ideológico como práctico, tanto en el sector popular del hombre de la calle como en minorías más críticas y promocionadas cultural y religiosamente, varían según casos, formación y situaciones.
La crítica es un derecho legítimo de personas adultas; pero no es constructiva más que cuando es solidaria y, en este caso, autocrítica, pues todos somos miembros del mismo cuerpo. En la praxis de la comunión eclesial la clave la dio hace mucho san Agustín: “Unidad en lo necesario, pluralismo en lo opcional y amor siempre y en todo”. El diálogo, el respeto y la caridad fraterna son la esencia de la comunión eclesial, del pueblo de Dios, animado por los pastores que Cristo le da.
REFLEXIONEMOS
• ¿Cómo estamos formando nuestra conciencia, para poder encontrar en ella la guía que nos orienta en el camino de la vida según la voluntad del Señor?
OREMOS JUNTOS
Creemos en la Iglesia, que es comunión de hermanos presidida por los pastores que Cristo le dio. Haz, Señor, que tu pueblo se mantenga unido para que, perseverando en la fracción del pan, tengamos un solo corazón y una sola alma. Amén
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