Evangelio del día: Juan 8, 1-11
A David le encantaba el lapicero que usaba Diego. Entonces, decidió que a la hora del recreo, cuando no había niños en el salón, lo tomaría. Y así fue, con tan mala suerte que un niño lo vio y llamó a Diego y a sus amigos, y todos le gritaron: “¡Ladrón!”. David, avergonzado, no pudo menos que llorar y decir que él no tenía esfero, que tampoco dinero para comprar uno. Rocío, la maestra, se acercó y calmó los ánimos. Cuando supo lo que había ocurrido, le dijo a David: “No debemos tomar lo que no es nuestro, debemos pedir permiso del dueño para usarlo”. Y a los que gritaban les dijo: “¿Ustedes nunca han cometido un error?". Entonces todos callaron. Finalmente, David pidió perdón y los niños se lo concedieron. Esto es lo que nos pide Jesús: no juzgar a nuestro prójimo por sus faltas y perdonar las ofensas.