Evangelio del día: Lucas 16, 19-31
Había una vez un hombre rico que, al morir, se fue al infierno, no porque fuera rico sino porque nunca utilizó lo que tenía para ayudar y brindar alegría a los demás. Era egoísta y avaro. Por eso, tuvo que enfrentar después el sufrimiento, el mismo que tuvieron que padecer los pobres que morían de hambre, frío y enfermedad ante sus ojos indiferentes. Todos los bienes y talentos que recibimos de Dios son para servir a los demás. Muchas veces no podremos ayudar materialmente, pero podemos brindar nuestro tiempo, dar una sonrisa, unas palabras de aliento. La mejor forma de comunicar a Cristo es con nuestro ejemplo, con el amor y el servicio a los demás.