PARA MEDITAR
El evangelio de este domingo nos propone la parábola del fariseo y del publicano (Lc 18, 9-14). Allí donde los demás solo ven la ruina, Jesús lograba ver una revelación de Dios. Ve algo positivo en el publicano, de quien todos decían: “No sabe rezar”. Jesús vivía de tal modo unido al Padre por medio de la oración, que para Él todo se convertía en una expresión de oración. Hoy las personas sencillas del pueblo que dicen que no saben rezar, saben hablar con Jesús, conversan todo el tiempo con Dios. ¿Conoces personas así? El pueblo tiene muchas maneras de expresar su devoción y su oración.
El discípulo misionero, gracias a la oración, siempre se incluye en la necesidad de la salvación que está llamado a anunciar y en los sacramentos que debe comunicar. Lo que es cierto es que la misión de evangelización que nos ha sido confiada como Iglesia no podría ser completada si adoptásemos una actitud dominante en el encuentro con los demás, seguros y convencidos de nuestra superioridad moral y religiosa. La misión tiene que ofrecer una propuesta humilde de la amistad de Cristo, en el respeto infinito de la libertad religiosa de los hombres y mujeres de nuestra época, de sus culturas y de su historia.
PARA REFLEXIONAR
ORACIÓN
Señor Jesús, enséñanos a orar con humildad y confianza al Padre; que no nos dejemos llevar por el orgullo y la autosuficiencia. Que tu Santo Espíritu nos enseñe a orar. Amén.
Complementa los ocho (8) pasos de la Lectio Divina adquiriendo el Misal Pan de la Palabra