Dar no tiene límites ante Dios
¿Cuánto estamos dispuestos a dar? La viuda de Sarepta gasta el mísero alimento que tiene para sobrevivir por dársela al profeta. Por su desprendimiento recibe, de parte del Señor, la promesa de la abundancia. Pues para Dios no existen límites entre lo mucho o lo poco, sino en la disponibilidad y la prontitud. Por eso recompensa un corazón desprendido con el ciento por uno de su generosidad. El modelo de esa entrega generosa es Cristo. Pues Él no dudó en dar su propia vida por la salvación y el perdón de los pecados de la humanidad entera. Prototipo de este misterio pascual es la “viuda pobre” que se despoja de todo lo que tiene y se da ella misma como “ofrenda viva y agradable al Señor”, no sólo por aparentar o hacer alarde de su supuesta generosidad. Ante los ojos de Dios la grandeza del amor está en darse, en donar la vida misma por el bien de los demás.
La liturgia es una invitación a recuperar el valor de la generosidad y la confianza. Quien ama da con libertad, sin condiciones y con sincero corazón. Hacerlo no es fácil y requiere vencer todo tipo de egoísmo y mezquindad. Dios nos ama sin límites y da en abundancia. Mas nosotros, apegados a pequeñeces, calculamos todo lo que damos y caemos en la trampa de pensar que todo es negociable. Cuánto nos cuesta arriesgar y obrar con libertad de espíritu, cuando debemos ser prontos al llamado a servir, a ayudar, a crear una comunidad solidaria y sensible ante tantas necesidades.