Dios siempre da en abundancia, quiere la prosperidad y el bienestar de cada uno, no se reserva nada para sí. Él es sólo bondad. Esto lo vemos en la primera lectura (y en el evangelio), donde el profeta hace presente la promesa de Dios y con veinte panes alimenta a una multitud: Comerán todos y sobrará. Y un signo que anticipa la abundancia del amor de Dios, y por el cual la comunidad recibe en abundancia los bienes espirituales y consolida la unidad con el Resucitado, necesariamente, es la Eucaristía.