En el contexto bíblico-religioso, la figura del pastor es muy importante, porque en sus manos está la tarea de guiar al pueblo, protegerlo, atender sus necesidades y darle a conocer la voluntad de Dios. Sin discusión, ese Pastor, según san Pablo, es Jesucristo, quien con su sacrificio, y por medio de su sangre, dará forma al nuevo pueblo que supera la división y la dispersión provocada por los “malos pastores” que han traicionado la misión encomendada por Dios, y por eso han recibido ya su castigo.